Precios justos en Venezuela, entre la inflación y el desabastecimiento

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Regular los precios de los bienes y servicios por parte de las autoridades no es algo nuevo en Venezuela. Durante el gobierno de Eleazar López Contreras (1935 a 1941), se decretó el primer control de precios de nuestro país, fue el nueve de septiembre de 1939, apenas ocho días después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, con el fin de garantizar el acceso a la población de los artículos de primera necesidad (importados algunos de ellos) cuyos precios tenderían a aumentar debido al conflicto armado en el cual estaban envueltas naciones desde donde Venezuela compraba parte de las mercancías consumidas por la población. Respondía la medida a una contingencia muy importante, que afectó no sólo a los beligerantes en la contienda sino a la casi totalidad de los países alrededor del mundo.
Desde esa primera intromisión en el mercado el control de precios ha perdurado, algunas veces con más fuerza que otras, en el escenario económico venezolano, con resultados que varían desde un moderado éxito hasta el más escandaloso fracaso.
Para este año 2016, se cumplen ya 13 desde que el presidente Hugo Chávez Frías, un cinco de febrero de 2003, tomara medidas económicas destinadas a hacer frente a las consecuencias derivadas del paro petrolero del 2002. Como parte de esas medidas el seis de febrero de ese 2003 aparece en la Gaceta Oficial Nº 37.626 una lista de 45 bienes y 7 servicios declarados de primera necesidad cuyos precios máximos estarían sujetos a la regulación de las autoridades. Actualmente la Ley Orgánica de Precios Justos, vigente desde enero de 2014 y reformada parcialmente en noviembre de ese mismo año, es el sustento jurídico del entramado regulatorio venezolano en lo que se refiere a los precios máximos de venta al consumidor de una pródiga variedad de bienes y servicios bajo arbitraje oficial.

Decíamos en el artículo ¨Control de precios… El camino del infierno¨ (ver post) que medidas de esta naturaleza deberían responder a circunstancias extraordinarias y permanecer en vigor en tanto dure la contingencia, igualmente es recomendable la revisión de los precios fijados cada cierto tiempo y limitar la lista de los productos bajo intervención al mínimo posible.

Quizás para el momento de la decisión por parte del presidente Hugo Chávez podría haberse justificado la medida, pero en la actualidad:

• Se ha dilatado en ser desmontado y en cambio se ha institucionalizado.
• No se ha sometido a revisiones frecuentes de los valores fijados para responder a las realidades del mercado.
• Se ha aumentando la gama de bienes y servicios bajo regulación.
• Incluso se ha colocado techos al margen de ganancias de todos los participantes de la cadena de comercialización (30 % máximo de la estructura de costos).
• Todo lo cual ha convertido al sistema de precios justos un obstáculo para el desenvolvimiento pleno de la economía nacional.

Simultáneo al control de precios de los bienes y servicios fue la disposición del control de cambios, el cual establecía la paridad del bolívar en relación a las monedas extranjeras y además erigía al gobierno como el único oferente de divisas en el mercado. Mientras Venezuela transitó en la abundancia de dólares producto de la alta cotización internacional del petróleo el mercado cambiario pudo abastecerse de las divisas ofertadas por el Banco Central de Venezuela (BCV) al precio pautado. Pero el modelo se ha mostrado inviable últimamente motivado al desplome de los precios del hidrocarburo en los últimos años (pasó de cotizarse en más de 100 dólares en 2013 a menos de $ 30 en promedio para el lapso del 2014 a lo que va del 2016). La consecuencia inmediata de la baja en el valor del petróleo es una disminución de la oferta de divisas en el mercado cambiario, por lo que el BCV ha sido incapaz de satisfacer la demanda de dólares de la economía, produciéndose por una parte la depreciación del bolívar y por otra el surgimiento de un mercado negro donde puede adquirirse la moneda extranjera pero a una tasa muy superior a la establecida.
Los productos y las materias primas importadas son un componente importante de la oferta de bienes en el mercado interno en Venezuela. Al no proveer la autoridad monetaria a los comerciantes y productores de las divisas requeridas para atender a la demanda de los consumidores ha hecho que se haya dejado de importar o se haya tenido que recurrir a la compra dólares en el mercado negro para importar. Se conjugan entonces dos consecuencias de esta situación, por una parte una disminución de la oferta que conlleva a desabastecimiento de productos y un aumento de precios de los bienes importados o fabricados con componentes traídos del exterior y pagados al llamado dólar paralelo.
El descalabro del mercado petróleo desde el año 2014 en adelante ha comprometido las cuentas fiscales. El BCV irresponsablemente ha financiado el déficit gubernamental imprimiendo dinero sin respaldo en las reservas internacionales, provocando un incremento generalizado y sostenido de precios, inflación de 68,5 % en 2014 y 180,9 % en 2015, la más alta del mundo. Esta inflación no es sentida solamente por el consumidor final, sino que el empresario ve aumentado sus costos de producción (transporte, materia prima, fletes, envases, mano de obra, entre otros) y al no poder responder al incremento de sus costos con un aumento proporcional de precios debido al sistema de fijación de los mismos opta por no producir los bienes y servicios controlados, reduciéndose aún más la oferta de mercancías, provocando mayor desabastecimiento y aumentos de precios en el mercado negro de productos. La coexistencia de una inflación alta y persistente hace de un sistema de precios máximos un estorbo significativo a la hora de poder satisfacer la demanda de bienes y servicios por parte de los empresarios y comerciantes, desestimulando nuevas inversiones en los oferentes de bienes y servicios regulados.

La economía es muy rigurosa a la hora de juzgar a quienes la desprecian o ignoran. Lo que no se produce en un país debe ser importado, para poder hacerlo debes pagar en divisas, para obtener divisas debes exportar, pero eso implica producir bienes atractivos para el resto del mundo. La manera de satisfacer las necesidades del ¨pueblo¨ es sencillamente producir más, ir en contra de quienes producen hoy es castigar a los consumidores mañana.
¿A quién beneficia tener menos empresas, menos producción, menos inversión? Seguramente no a Ud. Amigo lector.

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